Muchas personas notan por primera vez el mieloma múltiple a través de cambios difusos y persistentes: dolor profundo en la espalda o en las costillas que no encaja con una lesión, cansancio más intenso de lo habitual o enfermar con más frecuencia. En algunos, los primeros signos de mieloma múltiple aparecen en análisis de sangre de rutina como anemia sin explicación, calcio alto o cifras anormales de riñón, o después de que una caída leve provoque una fractura ósea inesperada. Otros se alertan por infecciones persistentes, hormigueo o entumecimiento por irritación de los nervios, o pérdida de peso no intencionada, lo que lleva a una revisión médica y, finalmente, al diagnóstico.